Investigadores de la UCA evidencian que el aumento de CO2 provoca desajustes de los ciclos de nutrientes del suelo
Este trabajo, publicado en la revista ‘Journal of Ecology’, lo coordina el investigador Ramón y Cajal del departamento de Biología, Raúl Ochoa-Hueso
Investigadores de la Universidad de Cádiz, integrante del ceiA3, en colaboración con expertos de la Universidad de Western Sydney en Australia, han llevado a cabo un estudio que demuestra cómo los ciclos de nutrientes del suelo (movimiento e intercambio de materia orgánica e inorgánica que se realiza para volver a producir materia viva) pueden desincronizarse rápidamente en respuesta a un incremento del CO2 atmosférico, pese a no existir cambios grandes en la disponibilidad de dichas provisiones.
Para entender mejor este trabajo, coordinado por el investigador Ramón y Cajal, en el departamento de Biología de la Universidad de Cádiz, Raúl Ochoa-Hueso, se debe tener en cuenta que una relación adecuada entre los ciclos de nutrientes está asociada a suelos más sanos y funcionales tanto en ecosistemas naturales como en ecosistemas agrícolas. Así, tan importante es que estén en el suelo, como que las relaciones entre ellos sea la óptima. Las interacciones entre las sustancias alimentarias del suelo cambian de forma importante ante un aumento de dióxido de carbono atmosférico, algo que se ha podido constatar a través del trabajo que durante tres años se llevó a cabo en las instalaciones experimentales EucFACE, de la Western Sydney, y que ha sido publicado en la revista Journal of Ecology.
De esta forma, “la desincronización de los ciclos de nutrientes en los ecosistemas podría significar que los organismos no pueden satisfacer su demanda de nutrientes esenciales de forma simultánea. Este desajuste puede provocar, a su vez, un funcionamiento fisiológico no adecuado”, como explica el investigador de la UCA. Pero este efecto va más allá de las propias plantas y otros organismos que necesitan una correcta relación, ya que “los cambios en los ciclos de nutrientes pueden originar una cascada de efectos con consecuencias impredecibles para todos los niveles tróficos, con posibles implicaciones para el funcionamiento y la biodiversidad de dichos ecosistemas”, en palabras del profesor Ochoa-Hueso.
El experimento realizado ha consistido en aumentar mucho la cantidad de CO2 en algunas pequeñas partes de un bosque de eucaliptos, para lo que se instalaron en la zona unas grandes estructuras que liberaban este gas de manera continuada. De esta forma, se consiguió incrementar el CO2 desde las 400 ppm (partes por millón – es una unidad de medida de concentración) que hay en la actualidad hasta las 550 ppm, que es lo que se prevé que habrá en 2050 al ritmo actual de emisiones. A partir de ahí, se pudieron realizar las investigaciones necesarias para ver diferentes respuestas del bosque al aumento del dióxido que se está generando en la tierra.
Los resultados de este trabajo, financiado por el gobierno y la citada universidad australianos, sugieren que este tipo de respuestas sutiles, tales como la desincronización de los nutrientes en un ecosistema, podrían usarse como indicadores tempranos de los efectos del cambio climático y apuntan a que “podría haber consecuencias a largo plazo no previstas si no prestamos la suficiente atención a estos pequeños cambios”.
Referencia Bibliográfica: Ochoa-Hueso, Raúl; Piñeiro, Juan; Power, Sally A. (2019): ‘Decoupling of nutrient cycles in a Eucalyptus woodland under elevated CO2’. Journal of Ecology. DOI: 10.1111/1365-2745.13219
Fuente: Gabinete de comunicación de la Universidad de Cádiz